martes, 17 de abril de 2007

PATRIMONIO ARQUEOLOGICO

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO, CONTEXTO, SOSTENIBILIDAD Y TURISMO:
LA GESTIÓN EN LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS, ESCENARIOS PARA CONSTRUIR NACIÓN



EDUARDO FORERO LLOREDA

Investigador Grupo de Arqueología y Patrimonio (ICANH)
Bogotá Colombia.


Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, Master en Antropología de la Universidad de Pittsburg, Estados Unidos, Candidato a Doctorado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia en México D.F. Entre su amplia experiencia, ha desarrollado trabajos de arqueología en el sur occidente colombiano, en los Departamentos del Valle del Cauca, y Sur de Huila, con énfasis en San Agustín, sobre costumbres funerarias, producción cerámica (mineralogía óptica), patrimonio arqueológico (gestión cultural interdisciplinar).Ha sido docente de pregrado y posgrados en las universidades nacional, Javeriana y Gran Colombia. Es autor de varias publicaciones en artículos de revistas especializadas. Actualmente se desempeña como investigador del grupo de arqueología y patrimonio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.





Introducción

El vínculo entre la arqueología y el turismo ha sido evidente desde que se consolidaron programas de investigación arqueológica de importancia estratégica para el país. Muestra de ello fue el resultado de la alianza ente la entonces Corporación Nacional de Turismo, la FIANH y Colcultura, para que los parques arqueológicos nacionales de San Agustín, Tierradentro y Ciudad Perdida, dieran la cara a un público nacional e internacional, cada vez más deseoso de conocer los impresionantes vestigios de culturas desaparecidas, fundamento de la nacionalidad colombiana. Nexo que además está dado por la estrecha relación existente ente el interés de conocer nuestro pasado y el desarrollo económico de las áreas donde se manifiestan los recursos culturales de carácter arqueológico. A pesar que en Colombia existe una legislación que ampara el patrimonio arqueológico y ofrece lineamientos jurídicos claros para su protección, las acciones, políticas y decisiones que toman en torno al mismo, varían de región en región y en diverso grado de efectividad, de acuerdo con el interés de las comunidades y los recursos disponibles. La formación en gestión cultural, se instrumenta como herramienta para atender escenarios donde se ponen en juego intereses diversos acerca de la posesión, circulación y consumo de bienes culturales. La realización de acciones concertadas ente los sectores públicos y privados, la realización de procedimientos transdisciplinarios inspirados en las sugerentes herramientas del denominado pensamiento complejo (Morin, 2001; Forero, 2003), y el estímulo a las organizaciones locales, se vislumbra como una posibilidad de sustentabilidad y manejo alrededor de las áreas arqueológicas. La formación de arqueólogos concientes y conocedores de la legislación y políticas estatales en pro del desarrollo de las localidades, se constituye en un elemento crucial para la gestión cultural. Esta presentación se exploran los acercamientos, vínculos y métodos necesarios para fortalecer el concepto del patrimonio cultural como recurso y la comunicación y coherencia que debe haber ente el sector institucional, académico, público y privado en aras a desarrollar políticas culturales, ambientales y turísticas que propendan por la protección de los sectores y del crecimiento, equidad y sostenibilidad de la población que se benefician de estos recursos.


Gestión cultural, recursos culturales y Desarrollo.

El papel de los municipios, departamentos y regiones, en pro de acciones concertadas en el maraco de la gestión cultural, en el desarrollo del titulo IV de la ley de Cultura (397, de 1967) es relevante, fundamental y esencial, para la consolidación y fortalecimiento de las políticas culturales. Su reglamentación y desarrollo, compromete ampliamente la participación de los entes territoriales en donde se manifiestan diversos recursos culturales y la formación y capacitación de gestores culturales.

En este sentido el papel de los centros de educación formal en antropología se constituyen como escenarios adecuados para consolidar procesos de capacitación en gestión cultural, sobre todo en áreas cuya vocación arqueológica y antropológica sea determinante. De esta forma el papel de las universidades, asociaciones y gremios, aparte de su dinámica disciplinaria profesional y académica contribuirán en el contexto de la sociedad como interlocutores entre el estado y la comunidad para apoyar al Ministerio de Cultura a través del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, las secretarías departamentales y municipales de cultura en el diseño, construcción, concertación, programación y planeación en el corto, mediano y largo plazo de proyectos, los cuales contribuirían con la planificación de la inversión social del estado en el sector cultural.

Las expectativas de desarrollo, crecimiento social, equitativo y sin deterioro ambiental, están consolidadas en los conceptos sostenibilidad o sustentabilidad de los recursos: sean ellos de carácter natural o cultural. Es una idea que ha hecho carrera en la construcción de programas y proyectos en el contexto de la planeación estratégica con miras a la conservación del medio ambiente. Aún es difícil creer que el desarrollo de las comunidades y los pueblos sea lo suficientemente sostenible a la luz de un manejo adecuado de los recursos pese a las presiones de la economía de mercados. La consideración de estos términos llaman a la reflexión, evaluación y al replanteamiento de actitudes éticas, frente a la generación del conocimiento, su utilidad para la sociedad y al control de acciones en pro de la protección ambiental. El deterioro del mismo, el exceso en la acumulación de riqueza parece haber sido el motor generador del ‘desarrollo’ y ‘crecimietno’, pero aún no se sabe con certeza las consecuencias que esto ha tenido en el deterioro de la calidad de vida, el ambiente y el sentido de la condición humana.

Lo que si es evidente es que el vínculo existente entre la sociedad y el territorio que se media por la creación cultural y la interacción del hombre con los recursos, es lo que consideramos patrimonio cultural. El cual se expresa en escenarios naturales, y se nutre de creencias, memoria y tradición: Cultura viva, sabia de los pueblos.

En estos acercamientos entre territorio y sociedad, matizados por la recursiva influencia de la tradición, es crucial para el entendimiento de la noción de patrimonio cultural (propiedad, huella o heredad) en la construcción mítica fundacional de los Estados Nacionales Modernos, y su permanente resignificación en la dinámica subalterna, poscolonial. El patrimonio cultural se expresa en un escenario enriquecido por el patrimonio natural. También la noción de patrimonio material e inmaterial, si bien es susceptible de diferenciaciones, no se debe fragmentar. El contexto en el cual se obra también pertenece a la esfera de ‘lo público’ en donde el papel de las administraciones locales cobra un papel relevante. En este sentido el éxito de un adecuado manejo de los recursos culturales depende de una acertada gestión que vincule orgánicamente sectores de diferentes ámbitos del Estado, basados en la concertación de planes y programas con las comunidades donde se dinamizan dichos procesos. En este sentido la noción de conservación de los recursos culturales, equivale a la de sostenibilidad desarrollada en el ámbito de la ecología, en donde es esencial la participación de la sociedad.

En síntesis, un adecuado manejo de los recursos culturales favorece una visión integral y orgánica del patrimonio cultural y natural. Cuyos ámbitos diferenciados en las fronteras de las competencias institucionales y legislativas, se vinculen transdisciplinariamente a la luz de la consolidación de proyectos concertados. Los cuales favorecen la sostenibilidad de los programas (en el mediano y largo plazo) y la conservación de los mismos. Acciones favorecidas por la investigación y el estudio, desarrollados en el marco de la gestión cultural en los términos aquí considerados y vinculados a los planes de desarrollo locales, en donde el turismo se constituye en el factor, vehículo y vínculo que convoca a la sociedad para la construcción de consistentes significados imaginarios sociales.


El patrimonio como recurso

Los acercamientos más comprensibles a la idea de patrimonio cultural, los generan discursos asociados con la idea de propiedad y heredad (Ballard, J y J Tresserras, 2001). Nociones absolutamente centrales en la consolidación de los mitos fundacionales del Estado Nacional (Vásquez León, 1994) y el desarrollo del ‘sistema mundo capitalista’ (Wallerstein, 2003b). En la construcción del Estado Nacional moderno se observa como el régimen de propiedad real pasaba de manos de la realeza a las elites criollas. Mismas que han conservado el poder desde la conformación de las repúblicas hasta estos días de globalización, incertidumbre, políticas financieras mundiales, desterritorialización de las culturas, identidades de consumo, por encima de las identidades nacionales o religiosas.[1] Sobre despojos de los vencidos, los que perdieron la guerra, descansa la legitimación territorial y la heredad del Estado Nacional.[2] Desde allí se construyen las bases y fundamentos de esa nacionalidad hegemónica, que nutre los contenidos de la definición del patrimonio arqueológico, en los códigos y leyes de carácter nacional. En el ambiente poscolonial llama la atención que tanto en España como en Inglaterra potencias mundiales Coloniales, el patrimonio histórico es un recurso.

La percepción más clara del concepto de patrimonio como recurso en Inglaterra, está claramente justificada en Lipe (1984):

Debido a que los seres humanos generalmente modifican el paisaje en el cual ellos viven, y debido a que se le asignan nombres, mitos y valores efectivos para el territorio que habitan, los paisajes de las culturas del pasado también pueden calificarse como recurso cultural” […] Este ensayo explora los caminos en los cuales los materiales culturales del pasado pueden funcionar como recurso – esto es para el uso y beneficio- en el presente y en el futuro (1-2).

Sus apreciaciones las fundamenta en las categorías de valoración que asigna al patrimonio como recurso: Valor asociativo simbólico (referencias con el pasado mítico), informacional (propio de la cantidad de calificaciones), estético (arte y decoración) y económico. Page Jenny (1995), en su Filosofía, política y práctica del patrimonio en Inglaterra, ilustra sobre la calidad de la propiedad del patrimonio privado de los ‘señores’, el régimen de tenencia, en la generación de una política económica sobre el patrimonio y el papel del desarrollo turístico en ese contexto. Para España, Ballard y Tresserras (2001), son ampliamente descriptivos en la caracterización del patrimonio como recurso. No es para menos, ambas naciones fueron potencias mundiales en la Colonia y sus acervos documentales y la riqueza de sus museos es enorme, constituye un ‘atractivo’ turístico para las naciones del mundo, que se evidencia en políticas estatales claramente dirigidas a gestionar procesos de ‘desarrollo’ en ese sentido.

En la América poscolonial, es propiedad de la Nación, fuertemente custodiada por el estamento político que legitima el orden y el establecimiento. La identificación, caracterización y definición del patrimonio cultural, y más específicamente el patrimonio arqueológico, requiere de una serie de calidades que lo califican como tal y que se legitima de acuerdo con el peritaje y valoración institucional de un arqueólogo. La significación y la valoración del objeto, está mediada por la ‘experiencia’ que emana de la relación sujeto-objeto. Sobre esta relación empírica descansa la significación del objeto, su autenticidad y su construcción epistemológica.

La UNESCO “Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura” se constituye como una institución rectora para las naciones del mundo en términos de lo que se considera patrimonio cultural:

El patrimonio Cultural de un pueblo comprende las obras de artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan un sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo, la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas” […] “Así quedaba definido en México en el año de 1982, lo que un pueblo debe entender por Patrimonio Cultural, en la Conferencia Mundial celebrada sobre políticas culturales. (Campillo, 1998: 23).

Las definiciones de patrimonio cultural en cada nación refieren sus contenidos conceptuales de acuerdo con lo que consideran fruto de la ‘creación’ humana y que merezca ser valorado por toda la comunidad nacional. Estos contenidos tienen por lo general una carga simbólica y valorativa, de acuerdo con los conceptos hegemónicos de arte y estética, consolidados por las elites gobernantes, en los cuales se han excluido las voces de la diferencia, las minorías y los grupos marginados del poder. En Colombia, aún no están claramente definidas las competencias ‘Nacionales’ en territorios indígenas o en áreas especiales, respecto a los temas relacionados con el patrimonio cultural y en particular, en los temas relacionados con el patrimonio arqueológico. La última reforma constitucional avanzó enormemente en sus conceptos democráticos y de equidad, en la participación de las minorías en las decisiones, así como en las normas de protección de los derechos fundamentales y medio ambiente. Sin embargo, las diferencias y conflictos irresueltos desde tiempos coloniales (sobre todo referidos a la tenencia de tierras), y los ‘detonadores’ que hacen imposible el equilibrio social (narcotráfico y guerrilla principalmente), además de una situación fiscal y de endeudamiento externo enorme, hace imposible ubicar la agenda cultural en las discusiones prioritarias del gobierno.

A pesar de esto el ICANH (Instituto Colombiano de Antropología e Historia), vela por la protección de los bienes de interés cultural de carácter arqueológico (entre otras actividades fundamentalmente de investigación social), su presencia a nivel ‘Nacional’ es bastante reducida, y su capacidad de atender directamente las obligaciones que impone la ley es limitada. Pese a ello, se realizan controles y verificaciones, básicamente referidas al registro de material arqueológico, licencias de excavación y tráfico de precolombinos. Sin embargo, la demanda de atención en las obras de infraestructura que se expanden permanentemente, y en las cuales aparecen sitios arqueológicos, genera la necesidad de a vigilar, proteger y conservar las áreas impactadas. Aún no se han podido establecer los mecanismos jurídicos ni administrativos para generar una política de gestión institucional, que proceda sin ser contradictoria con las obligaciones de Ley. Todavía los parámetros especializados, rigurosamente anclados a la concepción del patrimonio arqueológico Nacional, peritaje, custodia y soberanía, están lejos de ser autorreflexivamente evaluados. La soberanía, control, manejo, valoración y decisión en estas materias, está en la jurisdicción de los territorios disciplinarios, excluyentes y canónicos. Probablemente a la luz de propuestas transdisciplinarias, dialógicas, participativas la resignificación de el recurso arqueológico conduzca a la creación de espacios sustentables y autónomos. Pasaremos a desarrollar la idea de gestión, política cultural y Sustentabilidad, con el fin de proponer un modelo transdisciplinario que impulse la planeación y la labor de equipo, frente a la de ‘gerentes’ y gestores culturales, ubicados generalmente encima de la pirámide. Esta vez se propone una planeación concertada desde la base (para invertir la pirámide) y cuyo resultado sea la culminación de un proceso compartido. No que sea la aplicación de un modelo hegemónico, impuesto por la voluntad arbitraria de la estructura de poder, con todas las estrategias de exclusión características del sistema. Esto implica poner en práctica las sugerencias y las ideas discutidas en esta tesis: El cambio de paradigma, la apertura de las ciencias sociales, y la acción política profesional del arqueólogo, la resignificación del concepto de patrimonio[3] y la construcción dialógica de significados imaginarios sociales, es decir, la construcción de usos sociales del patrimonio no exclusivos ni excluyentes[4].
Conclusiones

El trabajo está por empezar. Tal como está planteada la arqueología ahora no existe posibilidad de construir puentes transdisciplinarios. Aún su aislamiento se percibe en la trayectoria que siguen las dinámicas institucionales, canónicas, que aún se rigen con las ideas que iluminaron a la humanidad en su debido momento pero que hoy reclaman un reacomodamiento, reestructuración y resignificación (del patrimonio arqueológico incluido). Toda una posibilidad enorme de análisis autorreflexión y creación se avecina, superada la moda ‘deconstructora’, nihilista e iconoclasta, las disciplinas siguen su curso; son campos que obedecen a un orden, de eso no hay duda, el desorden en este caso es la creatividad, la posibilidad de superar los límites y ver más allá. Estamos al borde del umbral y en la antesala de un nuevo orden. Salir de la especialización a la acción. Al compromiso ético y político.

El cambio de paradigma supone, como se advirtió más arriba un cambio en la estructura general de las ciencias humanas, y de las disciplinas que conforman su cuerpo académico. Al superar las divisiones arbitrarias entre hombre y naturaleza, y entender que ambos ámbitos son necesarios para garantizar el equilibrio de la especie humana, la comprensión de los fenómenos sociales reducirá la frontera existente entre los espacios disciplinarios. La noción de sistemas sociales complejos permitirá la creación de vínculos transdisciplinarios y de facto la reorganización de las ciencias sociales. Surtirá efecto además, en los espacios universitarios, sus facultades y en las instituciones educativas tal como lo propone la comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales (Wallerstein, 2003 a) y Morin (2001), en los siete saberes necesarios para la educación del futuro.

La misma comisión prevé 3 problemas organizacionales:
- La relación investigador e investigación una vez se superen las antinomias fundacionales de la estructura de conocimiento: hombre/naturaleza, civilizado/bárbaro, presente/pasado, ciencias nomotéticas/ideográficas.
- La reconsideración de las dimensiones espacio y tiempo dentro de los análisis sociales, no sólo como realidades físicas externas a los fenómenos de la sociedad;
- Superar la división político/ económico /social, líneas ignoradas de facto por los cánones de la investigación científica, precisamente porque allí radica la ‘neutralidad’ de su escepticismo y falta de compromiso político.

La visión de los fenómenos sociales como sistemas complejos constituye una forma de pensar transdisciplinariamente. Las trayectorias, los eventos, las dinámicas, las variables son un tejido, que sutil y denso, se conectan y vinculan sin fraccionamientos ni límites. Superado el aislamiento, se facilita su comprensión. La gestión cultural, comprendida dentro de la concertación de acciones, construcción de equipos de trabajo y puentes de comunicación con sectores diversos, contribuye para generar espacios transdisciplinarios donde es construyen estructuras conceptuales mutuas como ejercicio fundamental de la metodología misma.

La división hombre / naturaleza, superada a la luz del paradigma de la complejidad, frente a una dimensión Eco- bio- social, del hombre, contribuirá a restituir el sentido de las acciones humanas y a generar alternativas en torno a las estrategias extractivas y abusivas del sistema económico imperante.

La resignificación del trabajo profesional del arqueólogo en trono a las dinámicas de la complejidad (transdisciplina, dialógica y eco- bio - ética), vinculará su práctica con acciones consecuentes con el recurso más importante que existe en las áreas arqueológicas: la gente, la comunidad.

Navegamos en un mar de incertidumbres aferrados a una nave de certezas. Antes de la entropía, la extinción total del sistema y la degradación de la biosfera, debemos ser capaces de generar, organizar y crear ordenes más equilibrados, equitativos y autónomos. Algo anda mal, no funciona adecuadamente en la estructura política y organizacional del Estado Moderno. Las Ideas con que se nutre el mito fundacional de la nacionalidad: la igualdad, la democracia y la libertad; la soberanía, identidad el territorio y sus vestigios patrimoniales demandan superar las fronteras desde donde se definen. Es decir, que la investigación social debe superar su carisma ‘estadocentrico’y revertir su potencial creativo a las bases poblacionales para el fortalecimiento del estado ‘dialógico’ no hegemónico.

La ‘imaginación radical’ al servicio de la autonomía como regulador de la tensión propia de un sistema caótico entre el orden y el desorden, lo universal y lo particular, lo hermenéutico y lo objetivo. En el reestablecimiento de una relación hombre, naturaleza, cultura, tradición, patrimonio y creatividad, sin fraccionamientos en busca de la ‘unidimensionalidad’ del sistema mundo- hombre naturaleza y el disfrute de la misma a través de un turismo cultural sostenible.




Referencias Bibliográficas


Bajtín Mijaíl.2000. Yo también soy. Fragmentos sobre el otro, Taurus. México.

Ballard, José y J. Tresserras. 2001. Gestión del Patrimonio Cultural, Ariel Editores. Barcelona

Baudrillard Jean y Marc Guillaume. 2000. Figuras de Alteridad, Editorial Taurus. México.
Cervantes Mayán y Fernando Martín-Juez. 2001. Una nueva visión del patrimonio cultural, en Ciencia. Revista Mexicana de Ciencias. Volumen 52, números 1 y 2 Marzo – Junio. México D.F.

Campillo, R.1998. La gestión y el gestor del Patrimonio Cultural, UNESCO: Murcia

Forero Lloreda, Eduardo. 2003. Arqueología Transdisciplinar. De la objetividad a la hermenéutica. Boletín # 34 U. de Antioquia.

Gadamer, H.G. 1996. Verdad y método, Editorial Sígueme, Barcelona.

García Canclini, Néstor. 1994. Los usos sociales del patrimonio cultural, en El Patrimonio Cultural de México, Comp. Enrique Flores Cano. México. DF.

Lipe, William. 1984. Value and Meaning in cultural resaurces, en. Approaches to the archaeological heritage, H.Cleere editor, Londres, pp: 1-11.

López Aguilar Fernando 1991. Tres discursos sobre el patrimonio cultural y su desconstrucción, en Antropología, num. 33, Boletín oficial del INAH.

Vázquez León Luis.1994. Introducción, en Arqueología, realidades, imaginaciones. Un recuento de la arqueología por quienes la practican. Publicación coordinada por Ana María Crespo, Carlos Viramontes e Ignacio Rodríguez. Delegación D-II-IA-1. Sección X, Comité de publicaciones, México D.F.

Wallerstein Immanuel. 2003a. Abrir las ciencias sociales. Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. Immnuel Wallerstein (presidente) Calestous Juma, Evelyn Fox Keller, Jürgen Kocka, Dominique Lecourt, V.Y. Mudimbe, Kinhide Mushakoji, Ilya Prigogine, Peter J.Taylor, Michel-Rolph Trouillot y Richard Lee (Secretario científico). Siglo XXI editores, 7ª Edición, México.

-,2003b. Impensar las Ciencias Sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos. Siglo XXI editores, 3ª Edición, México.

Reichel Dolmatoff, Gerardo.1997. Arqueología de Colombia, Imprenta Nacional. Bogotá.


[1] La identidad cultural es entendida aquí como un mito ideológico. Una invención de los estudiosos de la cultura (poiesis social). Identidad y poder, son los temas más complejos de tratar en ciencias sociales. Las características ‘migratorias’ del primero e ‘ilusorias’ del segundo, son consideradas por Wallerstein (2003 a), como esenciales para el estudio de sistemas históricos complejos. Son elementos ‘cohesionadores’ de formas solidarias y ‘ordenes’ sociales, que legitiman la dinámica social y los espacios de negociación política de las minorías frente a las instituciones hegemónicas del Estado.
[2] “Ya en 1530, el Gobernador de Santa Marta, García de Lerma, decretó que los entierros de los indios Taironas podían abrirse sólo con su permiso personal, para poder así establecer los derechos de la Corona sobre le oro encontrado en ellos. En 1572, una Cédula Real ordenó que la mitad del oro que se hallase en los ricos túmulos del río Sinú debía ser entregado a la Corona; disposiciones similares fueron dictadas por la mayoría de las autoridades locales, para controlar el saqueo de las tumbas y garantizar que las arcas del rey recibieran parte del botín. (Reichel Dolmatoff, 1997: 7-8)
[3] “Y así, mientras no se tome la distancia adecuada en torno a las tesis modernistas de la historia y a la modernización económica; no se genere un reconocimiento profundo y real de los valores no occidentales de la "cultura mexicana" y se les entienda como proceso histórico y como presente reconocido en su alteridad; mientras no se genere una visión de la historia que incluya a las minorías, a los dominados y a los vencidos; mientras no se agregue el valor contextual y posicional de los objetos como parte inherente de su valor patrimonial; mientras no se tome en cuenta que en su colocación se dieron los espacios concretos en los que los objetos participaron, como valor de uso, realizados en su función directa "original", no en la que le es asignada desde aquí y desde afuera, la de mercancía; mientras todo esto no ocurra, nuestra concepción y las acciones sobre el "patrimonio cultural" van a ser necesariamente incompletas, fragmentarias y parcializadas.” (López Aguilar, 1991: 11).

[4] La reformulación de la idea de patrimonio no es nueva García Canclini (1994), observa: “Un patrimonio reformulado que considere sus usos sociales no desde una mera actitud defensiva, de simple rescate, sino con una visión más compleja de cómo la sociedad se apropia de su historia, puede involucrar a nuevos sectores. No tiene por qué reducirse a un asunto de los especialistas en el pasado. Interesa a los funcionarios y profesionales ocupados en construir el presente, a los indígenas, campesinos, emigrantes y a todos los sectores cuya identidad suele ser trastocada por los usos hegemónicos de la cultura. En la medida en que nuestro estudio y promoción del patrimonio asuma los conflictos que lo acompañan, puede contribuir al afianzamiento de la nación, pero ya no como algo abstracto, sino como algo que une y cohesiona en un proyecto histórico y solidario a los grupos sociales preocupados por la forma en que habitan su espacio y conquistan su calidad de vida” 60-61. Otros significados del patrimonio las proponen Cervantes y Martín –Juez (2001) ver: Una nueva visión del patrimonio cultural en Ciencia. Revista de la Academia Mexicana de
Ciencia.

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